En un mundo que nos empuja constantemente hacia fuera, la espiritualidad nos ayuda a regresar a casa: a nuestro interior, a ese espacio sagrado donde habita la paz, la autenticidad y el amor más puro.

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Durante varios meses que han sido bastante difíciles, he estado intentando incorporar la meditación en mi vida. Sabía que necesitaba ese espacio, ese silencio, pero me costaba muchísimo mantener el hábito y conectar de verdad. Sin embargo, he conocido a una persona maravillosa que con sus clases, la práctica está dejando de ser un intento frustrado para convertirse en un momento esperado y en un refugio diario de presencia y amor.

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Otro regalo inmenso de estas clases es el grupo humano que las acompaña. Meditar junto a otras personas maravillosas y compartir desde el corazón, nos recuerda que no estamos solos. Se crea un espacio seguro donde mostramos nuestras vulnerabilidades y donde hablamos desde lo más genuino, todo eso que nos acerca, nos abraza y nos enseña a mirarnos con más amor.

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Quiero compartir esta información contigo porque las enseñanzas de Lucía Pisano *, mi maestra y guía, están siendo una luz muy bonita para mí. Sus clases de meditación son mucho más que una práctica: son encuentros íntimos con uno mismo, espacios donde florece la aceptación, la calma y la parte más amorosa de nuestro ser. Gracias a su sabiduría, a su presencia amorosa y a su forma de guiar con el alma, estoy aprendiendo poco a poco a cerrar los ojos y calmar la mente, a abrir el corazón, a escucharme profundamente, abrazar mis emociones y reconectar con lo que realmente soy. Espero que te sirva a tí también :)

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